Un Mar que Nos Une - La integración entre Brasil y el Gran Caribe es estratégica

Por Noemí Espinoza Madrid
13 de junio de 2025
El mundo de hoy enfrenta una superposición sin precedentes de crisis, entre las que destaco dos por su magnitud y urgencia: la crisis climática y la crisis geopolítica. Ambas amenazan nuestra propia existencia como humanidad, exponiendo los límites de los modelos de desarrollo actuales y subrayando la necesidad urgente de una transformación estructural basada en la sostenibilidad y la justicia ambiental. La segunda crisis nos enfrenta a tensiones y polarizaciones cada vez más agudas, pero también abre una oportunidad para revitalizar el multilateralismo, recuperar su esencia y priorizar la cooperación, la paz y la equidad.
En este contexto, el liderazgo de Brasil en el escenario global representa un faro de esperanza para quienes creen en un mundo más justo y solidario. La afirmación del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva de que “Brasil ha vuelto” abre nuevas posibilidades para repensar las alianzas internacionales desde la óptica de la cooperación Sur-Sur. A lo largo de sus mandatos, el Presidente Lula ha impulsado una diplomacia latinoamericana activa, comprometida con la integración regional y con un orden internacional más horizontal.
Esta visión también nos brinda la oportunidad de reposicionar al Gran Caribe no como periferia, sino como un socio natural en la construcción de una arquitectura regional basada en la igualdad.
Es fundamental reconocer el valor estratégico del Mar Caribe como un bien común global. Este espacio marítimo no solo nos conecta geográficamente, sino que alberga ecosistemas marinos extremadamente ricos. Sus arrecifes, manglares y flora marina capturan carbono y actúan como barreras ante fenómenos climáticos extremos. Además, el Mar Caribe es un corredor logístico vital para el comercio internacional y una fuente de sustento para millones de personas. Preservarlo es una tarea urgente y colectiva. Su defensa no es solo una causa ambiental, sino un compromiso con nuestro futuro compartido.
La Asociación de Estados del Caribe (AEC), que agrupa a 25 Estados Miembros y 10 Miembros Asociados del Gran Caribe, reconoce a Brasil—en calidad de Estado Observador—como un aliado indispensable para avanzar en respuestas conjuntas a desafíos compartidos. La gestión del sargazo, la protección del Mar Caribe y la crisis humanitaria en Haití son algunos de los temas que podrían moldear una alianza estratégica ante las mencionadas crisis climática y política.
La cooperación Brasil–Caribe tiene el potencial de fortalecer nuestras capacidades estratégicas en un mundo interdependiente. En la Secretaría de la AEC, consideramos que esta relación debe concebirse como una plataforma multilateral para la innovación, la solidaridad y la justicia climática. La cooperación Sur-Sur es una vía legítima para que nuestros pueblos tengan voz propia en los grandes escenarios multilaterales.
En este proceso de reconfiguración del marco internacional, Brasil ha dejado clara su aspiración de lograr un orden más equilibrado y verdaderamente multipolar—uno que permita un mundo más igualitario, inclusivo y plural. Juega un papel crucial dentro del BRICS, impulsando reformas estructurales en la gobernanza financiera, climática y de seguridad, y en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fortaleciendo el diálogo político entre América Latina y el Caribe. Esta doble proyección contribuye a amplificar las voces del Sur, fomentar consensos regionales y promover soluciones colectivas ante los desafíos contemporáneos.
La COP30, que se celebrará en Belém, será una oportunidad estratégica para que América Latina y el Caribe se presenten ante el mundo como una región líder con voz propia en la agenda climática. Este rol dependerá de nuestra capacidad de coordinarnos políticamente y presentar propuestas sólidas y colectivas. Solo si actuamos como una región cohesionada y con una visión compartida podremos proponer alternativas concretas para el cambio. Un ejemplo emblemático es el sargazo: lo que hoy se percibe como un reto ambiental puede convertirse en una verdadera oportunidad para el desarrollo socioeconómico de nuestras comunidades costeras—si integramos cooperación, ciencia e innovación.
En ese camino, la Cumbre Brasil–Caribe, que se celebra hoy en Brasilia, es una parada clave hacia la construcción de esta voz común entre América Latina y el Caribe. Es un espacio para traducir las afinidades históricas y culturales en una agenda acordada, con Brasil como aliado estratégico que facilite una integración más coherente y eficaz. Desde la Secretaría de la AEC, estamos trabajando para convertir esta aspiración compartida en una agenda concreta de acción. La visita del Canciller Mauro Vieira a la sede de la Secretaría en Trinidad y Tobago en enero, y la firma de un Acuerdo Básico de Cooperación Técnica con Brasil, permitirán iniciativas conjuntas en áreas prioritarias y marcarán un paso firme hacia una cooperación estructurada con una visión de largo plazo.
El Gran Caribe y Brasil comparten más que proximidad geográfica: comparten una visión del mundo basada en la dignidad, la soberanía y el desarrollo sostenible. Fortalecer esta relación no solo honra nuestra historia común de lucha y resistencia, sino que también proyecta un horizonte de cooperación basado en el reconocimiento mutuo y la convicción de que otro orden global es posible. Desde esta Secretaría, reafirmamos nuestro compromiso con esta alianza—para consolidar nuestra identidad latino-caribeña, abrazar nuestras culturas y forjar futuros compartidos. En el corazón de este compromiso está la protección del mar que nos une, que es, sin lugar a duda, un motor vital de esta integración transformadora.
Noemí Espinoza Madrid es la Secretaria General de la Asociación de Estados del Caribe (AEC).
Artículo original:
https://oglobo.globo.com/opiniao/artigos/coluna/2025/06/um-mar-que-nos-une.ghtml