Progreso, crisis climática y sostenibilidad

Por María Sandra Ontiveros Melgar
En los últimos quinientos años, la humanidad ha avanzado de forma sorprendente en tecnología y ha mejorado la calidad y la esperanza de vida. No obstante, este progreso ha estado acompañado de desigualdad, explotación y deterioro ambiental. El cambio climático es uno de los retos más grandes de nuestro tiempo, poniendo en peligro tanto los sistemas naturales como la vida en la Tierra. El desarrollo industrial y la manipulación del entorno con una visión utilitaria han agotado los recursos y degradado los ecosistemas, priorizando el crecimiento económico y la acumulación de riqueza sobre el bienestar colectivo y el respeto por el medioambiente.
A pesar de los esfuerzos internacionales para mitigar los efectos del cambio climático, estos han sido insuficientes. Las temperaturas globales han aumentado alarmantemente, intensificando fenómenos como incendios forestales, inundaciones y olas de calor. En la Cumbre de la Ambición Climática de 2023, António Guterres, Secretario General de la ONU, advirtió sobre la urgencia de actuar ante lo que denominó "la apertura de las puertas del infierno", en referencia a los devastadores efectos del cambio climático que ya se observan en todo el mundo.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2023) confirmó que la actividad humana es responsable del calentamiento global. Si las temperaturas globales superan los 1,5°C en las próximas décadas, los riesgos para los sistemas naturales y humanos serán catastróficos. Las inundaciones, el aumento de enfermedades relacionadas con las temperaturas, y la migración masiva causada por desastres naturales son consecuencias directas de esta crisis. Además, se prevé que estos fenómenos aumenten en frecuencia e intensidad, lo que subraya la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adoptar energías limpias.
Uno de los aspectos más contradictorios del progreso humano es la desigualdad en la distribución de sus beneficios. Aunque la producción mundial de alimentos es suficiente para alimentar a toda la población, un 11% de las personas sufren de desnutrición, mientras que las enfermedades relacionadas con una mala alimentación y la obesidad causan el 20% de las muertes prematuras. Este desequilibrio, agravado por el enorme desperdicio de alimentos, es un problema estructural vinculado al actual modelo económico. Este modelo, basado en la sobreexplotación de recursos y la maximización de la producción, ha generado un profundo desequilibrio que afecta tanto a las personas como al medioambiente.
La "cultura del exceso", promovida por el capitalismo industrial, ha impulsado una constante búsqueda de más productos, interrumpiendo el equilibrio entre sociedad y naturaleza. El informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) en 2019 destacó que priorizar una contribución de la naturaleza, como la producción de alimentos, puede degradar otras funciones ecosistémicas, afectando a las personas más vulnerables.
Es esencial replantear las políticas públicas desde un enfoque transversal e intersectorial para abordar el cambio climático de manera integral. Las políticas sectoriales y atomizadas impiden una comprensión completa de las conexiones entre los distintos factores involucrados. La intersectorialidad permite que sectores como educación, cultura y medioambiente trabajen de manera coordinada para enfrentar los problemas de raíz, reconociendo su complejidad.
La educación desempeña un papel crucial en la creación de una ciudadanía crítica y consciente, capaz de tomar decisiones informadas y de actuar para frenar el deterioro ambiental. Como sugiere Skliar (2017), es crucial que la educación fomente relaciones basadas en la ética y el respeto por el otro, promoviendo un sentido de comunidad y responsabilidad colectiva. La educación tiene el potencial de transformar nuestra relación con el entorno, promoviendo una mayor comprensión de los problemas ambientales y estimulando un pensamiento crítico que cuestione las prácticas insostenibles.
Históricamente, las políticas culturales han tenido un papel limitado en la mitigación del cambio climático, centrándose en actividades superficiales en lugar de crear una conciencia profunda sobre la interconexión entre los problemas ambientales y sociales. Las políticas culturales deben dejar de ser un mero vehículo para generar estadísticas sobre actividades realizadas y enfocarse en la transformación cualitativa de las sociedades. Es necesario un enfoque que vincule la cultura, la educación y el medioambiente, promoviendo una visión holística de la sostenibilidad.
Las políticas educativas y culturales deben abordar la crisis climática desde un enfoque de memoria y denuncia, recordando los errores del pasado para evitar su repetición y creando conciencia colectiva sobre la urgencia de cambiar nuestras prácticas. Esto también implica que los actores privados y públicos asuman un papel activo en la promoción del desarrollo sostenible y la protección de los derechos humanos.
El reto que enfrenta la humanidad ante la crisis climática es enorme, y requiere una acción multinivel que involucre a múltiples actores. La intersectorialidad y la transversalidad son enfoques clave para abordar este problema de manera efectiva, ya que permiten coordinar esfuerzos y promover una acción coherente. Sin embargo, también plantea desafíos, ya que las políticas suelen implementarse de forma fragmentada y desconectada, dificultando la creación de soluciones integrales.
Para superar estos desafíos, es esencial construir una colaboración real entre sectores gubernamentales, sociedad civil y sector privado, basada en diálogo, flexibilidad y confianza. Esto implica rediseñar las políticas públicas no solo para responder a demandas inmediatas, sino para prever y prevenir crisis futuras.
El cambio climático nos obliga a repensar nuestro modelo de desarrollo y nuestras prioridades como sociedad. El enfoque actual, basado en la explotación de recursos y la maximización del crecimiento económico, ha demostrado ser insostenible. La emergencia climática nos invita a reconsiderar nuestras políticas desde una perspectiva centrada en la sostenibilidad, la equidad y el respeto por la vida.
La educación, la cultura y el medioambiente deben trabajar juntos para fomentar un cambio de paradigma en nuestras políticas públicas. La educación debe ser un motor para la transformación social, promoviendo un pensamiento crítico que cuestione las prácticas insostenibles y fomente una mayor conciencia sobre la necesidad de cuidar nuestro planeta. La cultura debe ser un espacio para la reflexión y la creación de nuevas narrativas que nos permitan imaginar un futuro más sostenible y equitativo.
La crisis climática es el desafío más urgente de nuestro tiempo y su solución requiere un cambio profundo en nuestras políticas, nuestra manera de producir y consumir, y en nuestra relación con la naturaleza. Para lograr este cambio, es necesario adoptar un enfoque intersectorial que vincule la educación, la cultura y el medioambiente, promoviendo una conciencia crítica y una acción coordinada entre todos los sectores de la sociedad. Las políticas públicas deben centrarse en promover un desarrollo sostenible que garantice el bienestar de las generaciones presentes y futuras, trabajando en conjunto para construir un mundo de personas educadas, conscientes de lo colectivo y respaldadas por todas las ciencias, capaces de reconfigurar su relación con la naturaleza en el presente.
Referencias consultadas:
Ceceña, Ana Esther (2016). La ecología y la geografía del capitalismo en Wallerstein, Immanuel (coord.), El mundo está desencajado. Interpretaciones histórico-mundiales de las continuas polarizaciones 1500-2000. (pp. 15-34). México: Siglo XXI editores.
Draibe, S. Riesco, M. (2009). El Estado de bienestar social en América Latina. Una nueva estrategia de desarrollo. Madrid: Fundación Carolina.
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [IPCC] (2023). Informe de síntesis. Cambio climático 2023. https://www.ipcc.ch/report/ar6/syr/downloads/report/IPCC_AR6_SYR_SPM.pdf
Naciones Unidas (2000). Declaración del Milenio https://www.un.org/spanish/milenio/ares552.pdf
Naciones Unidas (2023) La humanidad ha abierto las puertas del infierno, pero el futuro no está decidido. https://news.un.org/es/story/2023/09/1524272
Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas [IPBES]. (2019) Evaluación Mundial sobre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas. Resumen para los encargados de la formulación de políticas. https://www.ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_summary_for_policymakers_es.pdf
Skliar, Carlos (2017). El cuidado del otro. Argentina: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnologìa.
Sousa Santos, Boaventura De (2019). Educación para otro mundo posible. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO. CEDALC.
Fotografía:
LeBoutillier, C. (2021). Nubes blancas sobre los edificios de la ciudad. [Fotografía]. Unsplash. https://unsplash.com/es/fotos/nubes-blancas-sobre-los-edificios-de-la-ciudad-durante-el-dia-c7RWVGL8lPA
Semblanza:
María Sandra Ontiveros Melgar
Consultora reconocida a nivel nacional e internacional en Gestión Cultural, Emprendimientos Artísticos, Culturales y Sociales, con más de veinte años de experiencia. Ha colaborado con prestigiosos organismos para mejorar las prácticas culturales y ha asesorado a una variedad de artistas, instituciones y organizaciones civiles en proyectos, herramientas administrativas, marketing cultural y procuración de fondos. Ha participado como jurado en diversos concursos y convocatorias. Capacita a funcionarios gubernamentales en cultura. Como ponente, ha participado en eventos sobre políticas culturales, financiamiento y economía cultural. Actualmente, es doctoranda en el INBA y profesora investigadora en la Universidad del Claustro de Sor Juana, centrándose en políticas culturales e industrias creativas.