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Discurso magistral de la Embajadora Noemí Espinoza Madrid en la conferencia: «El presente y el futuro de las relaciones entre Brasil y el Caribe».

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Distinguidas autoridades e investigadoras e investigadores del IPEA, Su Excelencia Embajadora Daniela Benjamin, colegas, amigas y amigos de Brasil,

Saludo con mucho aprecio a la Dra. Keiti da Rocha Gomes, Directora de Estudios Internacionales del Instituto de Investigación Económica Aplicada – IPEA y al Sr. Alexandre Cunha, Jefe de Gabinete de la Presidencia del IPEA.

Es un honor compartir con ustedes este espacio de reflexión y proyección sobre el presente y el futuro de las relaciones entre Brasil y el Gran Caribe y particularmente hablar del rol estratégico de nuestro Mar en el escenario global.  

A nombre de la Asociación de Estados del Caribe-AEC, organización que agrupa a 25 Estados Miembros, 10 Miembros asociados, y casi 30 observadores, incluyendo a Brasil, unidos por el objetivo común de promover la integración, la cooperación y la protección del Mar Caribe, agradezco profundamente al Gobierno de Brasil y al IPEA por impulsar este evento que no solo fortalece la cooperación bilateral y regional, sino que reafirma el compromiso compartido con el desarrollo sostenible y la justicia social.

En el escenario global actual, marcado por una crisis climática sin precedentes y una creciente competencia geoestratégica complementada por una profunda polarización, el Gran Caribe y su Mar se configuran como espacios vitales para la sostenibilidad ambiental y la estabilidad hemisférica.  

Este mar, rico en biodiversidad y funciones ecosistémicas esenciales, actúa como un amortiguador climático natural y como un bien común cuya preservación es vital para mitigar los efectos del calentamiento global. Aunque representa aproximadamente solo el 1% de los océanos del planeta, el Caribe concentra el 14% de la economía, gracias principalmente a sus rutas marítimas estratégicas y sus reservas de petróleo y gas. La región también alberga el 10% de los arrecifes de coral del mundo, el 18% de las praderas marinas, el 12% de los bosques de manglares y además de más de 1,400 especies de peces. El turismo proporciona empleo al 13.4% de la fuerza laboral del Gran Caribe, y hasta al 40% en el Caribe Oriental. Asimismo, posee una de las mayores concentraciones de biodiversidad marina del mundo, con más de 13,000 especies registradas, la mayoría de ellas endémicas, desempeñando un papel clave en la resiliencia ecológica regional.

Constituye por tanto un sistema ecológico-marítimo de gran relevancia para la estabilidad ambiental del planeta. Sus ecosistemas costero-marinos, arrecifes de coral, manglares y pastos marinos, funcionan como sistemas que capturan y almacenan carbono atmosférico, y como barreras de mitigación frente a fenómenos hidrometeorológicos extremos.  

La integridad de este espacio marino es esencial no solo para la sostenibilidad de los medios de vida en el Caribe insular y continental, sino también para el cumplimiento de metas globales de adaptación y mitigación del cambio climático, como las previstas en el Acuerdo de París y la Agenda 2030.

El Gran Caribe ocupa además una posición geoestratégica privilegiada. Es un nodo que opera como un corredor logístico de alto valor geoeconómico, articulando rutas comerciales que conectan a América del Norte, América del Sur, Europa, Asia y África. Constituye un entramado de rutas marítimas internacionales y un espacio determinante para el tránsito, el comercio, la seguridad y la movilidad humana, en el cual se destaca el Canal de Panamá, gran patrimonio de uno de los países miembros de nuestra Asociación y activo estratégico para toda la región, que reafirma la centralidad del Gran Caribe en el sistema económico y geopolítico global.  

En el plano geoeconómico, el Mar Caribe conforma un corredor logístico y comercial de alta densidad, a través del cual transita aproximadamente un tercio del comercio marítimo mundial. Esta conectividad interoceánica entre el Atlántico y el Pacífico a través del Canal de Panamá potencia su rol como punto central para la circulación de hidrocarburos, bienes manufacturados y recursos críticos. Además, el Caribe sostiene economías basadas en servicios ecosistémicos como el turismo, la pesca y el transporte marítimo, que representan una proporción significativa del Producto Interno Bruto de los países de la región. En este contexto, el fortalecimiento de la economía azul y la gestión ética de los bienes comunes marinos se posicionan como vectores esenciales para la transformación estructural de las economías del Gran Caribe.

Distinguidas amigas y distinguidos amigos,

Está es una región fundamental para conectar a nuestros pueblos y a nuestras comunidades, para dar forma a esta gran identidad que es la Latinoamericana-Caribeña, [sin el “y”] porque estamos ahora más que nunca en la responsabilidad de mirarnos en clave colectiva.  

Es centro para los intercambios globales, con el potencial de convertirse en un motor de unidad e integración Sur-Sur. Proteger y fortalecer esta región es, por tanto, una acción prioritaria no solo para los Estados caribeños, sino para toda la arquitectura regional y global del desarrollo sostenible.  

Esta posición estratégica si bien es geográfica, también es social, es política y por supuesto, es cultural. Nos brinda una oportunidad única para reposicionar a la región como un actor propositivo y protagónico, capaz de articular respuestas comunes ante desafíos globales como el cambio climático, la transición energética, la seguridad alimentaria y la justicia ambiental.

En este marco, la relación entre Brasil y el Gran Caribe adquiere una relevancia singular. Brasil, como país de dimensiones continentales, con liderazgo regional y vocación multilateral, es un socio central para el fortalecimiento de las capacidades. Nuestra colaboración puede abrir nuevas rutas de conectividad, nuevas oportunidades de comercio justo y de transferencia tecnológica que consolide las aspiraciones por energías limpias y sustentables. Es, por supuesto, una vía para reivindicar nuestras raíces a través de la diplomacia cultural.

El Mar Caribe es estratégico por lo tanto en todas estas dimensiones: geopolítica, geoeconómica, ambiental, social y cultural. Es en principio de cuentas nuestro mayor bien común. Es fuente de vida, de identidad, de economías locales, de saberes ancestrales, de turismo, pesca, energía, cultura y sentido de pertenencia.  

Para países sudamericanos como Brasil, la proyección estratégica hacia el Caribe cobra creciente importancia en función de intereses compartidos en materia de seguridad energética, cooperación científica y gobernanza oceánica. A través de iniciativas intergubernamentales y esquemas de cooperación Sur-Sur, Brasil ha intensificado su involucramiento en procesos regionales vinculados a la adaptación al cambio climático, la protección de la biodiversidad marina y el desarrollo de cadenas de valor sostenibles.  

En este contexto, el establecimiento de alianzas técnicas entre instituciones como la AEC y el IPEA es clave para impulsar una cooperación científica y técnica más horizontal y efectiva, que, en un marco de respeto mutuo, reconozca al Mar Caribe como plataforma fundamental para la sostenibilidad.

Desde la secretaría de la AEC, sostenemos que no puede haber desarrollo sostenible sin justicia social y ambiental. Y esa justicia comienza con el reconocimiento de nuestras comunidades costeras, de las personas que viven de y con el mar. Por eso es importante hablar de la soberanía y gobernanza oceánica, una gobernanza que debe ser participativa y equitativa, pero sobre todo que debe responder a las necesidades concretas de las poblaciones que dependen directamente de sus recursos.

Esta alianza, además, representa la posibilidad de contribuir a la cooperación Sur-Sur que es mucho más que un mecanismo de ayuda mutua. Es una expresión concreta de nuestra ambición de bienestar, de soberanía compartida.

Es una gran oportunidad para contribuir a un orden mundial más equitativo, en donde la voz desde el Sur Global sea una voz protagónica. Es una forma de avanzar hacia una arquitectura de cooperación más inclusiva, que reconozca las capacidades instaladas en nuestros países, que promueva el aprendizaje entre pares y que nos permita co-crear soluciones adaptadas a los contextos del Gran Caribe.  

A partir de esto y con la experiencia del IPEA en investigación aplicada, evaluación de políticas, desarrollo territorial, gestión de datos y análisis prospectivo podemos impulsar iniciativas clave y de enorme valor para los países del Gran Caribe con beneficios para este gran país hermano.

Y es por ello que saludamos con entusiasmo la visión estratégica de Brasil para avanzar en la integración física regional a través de iniciativas como el corredor “Isla de las Guayanas”, que busca articular al norte de América del Sur -Guyana, Surinam, Venezuela y la Guayana Francesa- con todo el Gran Caribe. El desarrollo de infraestructura multimodal, que incluye puertos, aeropuertos, vías fluviales, ferrocarriles y carreteras, representa una apuesta concreta por mejorar la conectividad territorial, dinamizar los flujos comerciales, facilitar la movilidad y, sobre todo, fortalecer la seguridad alimentaria de nuestras poblaciones. Esta agenda de integración territorial no solo reduce brechas estructurales, sino que también constituye una base indispensable para una cooperación Sur–Sur más efectiva, solidaria y orientada al bienestar de nuestras comunidades.

Nuestra invitación a la colaboración se basa en el aprovechamiento del rol del Mar Caribe, para impulsar una agenda compartida que permita el impulso de proyectos de alto valor e impacto para la gestión integral del sargazo, el fortalecimiento de la economía azul y el turismo sostenible.  De igual manera para la generación de evidencia para el impulso de proyectos de infraestructura y tecnología que promueva una mejor conectividad, impulse nuevas y mejores manera para el comercio y la generación de energías respetuosas con el medio ambiente.  

Todo esto con miras a lograr una gobernanza marítima efectiva y basada en principios de justicia ambiental, fortalecer nuestra resiliencia climática, avanzar hacia una mejor planificación costera y promover procesos sostenidos de fortalecimiento de capacidades técnicas para los países del Gran Caribe.

Esta oportunidad de cooperación es sin duda una importante contribución al multilateralismo solidario para traducirlo en proyectos tangibles que mejoren la vida de las personas. Una vía para unir fuerzas que permitan escalar buenas prácticas, movilizar financiamiento innovador y fomentar la transferencia horizontal de conocimiento.

Distinguidas amigas y distinguidos amigos,  

El Mar, es mucho más que un espacio físico. Es una plataforma de desarrollo, una zona de encuentro, un bien común que debemos cuidar, proteger y gobernar en conjunto. Un Mar que nos desafía a pensar nuevas formas de integración, que nos invita a fortalecer nuestra conexión, a mejorar la acción regional y a promover una cooperación orientada a resultados concretos.

Invitamos a Brasil y al IPEA a trazar este camino juntas, a co-crear soluciones, a consolidar una agenda regional de transformación estructural con justicia ambiental, igualdad de género, dignidad económica y soberanía colectiva.

Estamos aquí motivadas para afianzar el presente y redibujar las rutas entre Brasil y el Gran Caribe que permitan consolidar nuestras aspiraciones de futuro, pero es preciso decir que no estamos partiendo de cero, esta historia no es nueva. Brasil y el Gran Caribe comparten la huella profunda de la diáspora africana, de los procesos coloniales, de la resistencia, de las luchas por la independencia y la autodeterminación. Esta historia nos atraviesa y nos hermana. La diversidad cultural que nos define es nuestra gran riqueza compartida que se expresa en nuestras músicas, nuestras lenguas, nuestros carnavales, nuestras cocinas y nuestras formas de organización social.  

Como lo dijo el gran escritor Jorge Amado en su libro Mar Muerto: “Puedes viajar por otros mares, puedes viajar muchos años, pero no olvides tu puerto, a él volverás algún día. Así son los corazones de los marineros.” Siempre volveremos al Mar Caribe.  

Estoy segura de que este acercamiento permitirá que Brasil se proyecte al Gran Caribe y que el Gran Caribe se proyecte al mundo y, sobre todo, estoy convencida de que es un aporte estratégico para que el Sur sea protagonista de nuestro propio destino.  

Como solia cantar Dorival Caymmi, “o mar quando quebra na praia 
É bonito, é bonito”. Que este mar que nos une, que ha sido vía de encuentro y de esperanza, sea también el mar que nos proyecte hacia un futuro común, justo y sostenible.  

Muchas gracias. Muito obrigada. 

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